“Si por mí fuera, seguiría 10 años más”: Bukele a TheGrefg



Cuando Nayib Bukele habla, El Salvador vuelve al centro del debate mundial. No por una crisis, sino por un fenómeno político poco común en el siglo XXI: un presidente con niveles de aprobación que superan a casi todos sus pares internacionales y que, lejos de agotarse, parecen consolidarse con el tiempo.


Desde su llegada al poder en 2019, Bukele ha reconfigurado el mapa político salvadoreño y, al mismo tiempo, ha colocado al país en el radar global como caso de estudio sobre poder, seguridad y legitimidad popular.


El presidente mejor evaluado del mundo

Las cifras son contundentes. Según las encuestas internacionales más recientes recopiladas por firmas como Morning Consult, Gallup y otros observatorios de opinión, Nayib Bukele encabeza el ranking de aprobación entre líderes mundiales, con niveles cercanos o superiores al 90%.


En un escenario global marcado por el desgaste de las democracias tradicionales, la polarización y la desconfianza ciudadana, el caso salvadoreño rompe el patrón. Mientras mandatarios de Europa y América enfrentan caídas constantes en popularidad, Bukele mantiene un respaldo social que no tiene precedentes recientes en la región.


Seguridad como eje del poder

El factor central de este respaldo ha sido la política de seguridad. Bajo su administración, El Salvador pasó de ser uno de los países más violentos del mundo a registrar tasas históricamente bajas de homicidios. Esta transformación, reconocida incluso por alertas de viaje internacionales, cambió no solo la percepción externa del país, sino la vida cotidiana de millones de salvadoreños.


Para una población marcada por décadas de control territorial de pandillas, la recuperación del espacio público se tradujo en algo más profundo que estadísticas: sensación de orden, normalidad y futuro.


Diez años más: la frase que volvió a encender el debate

El debate político se reavivó cuando Bukele, en una conversación distendida con el youtuber español TheGrefg, dejó una frase que recorrió titulares: “Si por mí fuera, yo seguiría 10 años más”.

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El día que Nayib no esté 🥺

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Lejos de ser un anuncio formal, la declaración fue interpretada como una señal de algo más amplio: la confianza de un líder que sabe que su capital político sigue intacto y que el respaldo popular continúa siendo su principal carta.


La frase también puso sobre la mesa una realidad innegable: en El Salvador, el debate ya no gira únicamente en torno a si Bukele puede seguir gobernando, sino sobre cuánto tiempo la ciudadanía estaría dispuesta a respaldarlo.


Reelección, poder y legitimidad

Bukele ya obtuvo un segundo mandato tras una interpretación constitucional avalada por el sistema judicial salvadoreño. El tema de una posible continuidad más allá de 2029 divide opiniones en el ámbito jurídico y académico, pero en el plano político hay un dato que pesa más que cualquier tratado: la voluntad popular.


En sistemas democráticos, la legitimidad no se sostiene solo en el texto constitucional, sino también en el consenso social. Y hoy, ese consenso juega claramente a favor del presidente salvadoreño.


Un liderazgo que trasciende fronteras

Bukele no es solo un actor local. Su estilo directo, su uso estratégico de redes sociales y su narrativa de “orden primero” lo han convertido en referencia —y en polémica— para líderes y movimientos en distintas partes del mundo.


Para algunos, representa una nueva forma de liderazgo fuerte en tiempos de incertidumbre. Para otros, un experimento político que desafía los límites tradicionales del poder. Pero incluso sus críticos coinciden en algo: no puede ser ignorado.


El presente que define el futuro

Más allá de especulaciones sobre plazos o mandatos, el hecho central es este: Nayib Bukele gobierna con el mayor respaldo ciudadano del planeta. En política, ese dato pesa más que cualquier discurso.


El Salvador, un país históricamente asociado a la violencia y la inestabilidad, hoy se discute en clave de poder, resultados y liderazgo global. Y en el centro de esa conversación sigue estando el mismo nombre.


La historia aún se está escribiendo. Pero, por ahora, el respaldo popular ya dejó claro quién marca el ritmo.

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